No quiero generalizar porque suelo hacerlo mucho, pero es que a veces uno ve lo que pasa y cómo se habla y le dan ganas de hacerlo. Al santanderino se le conoce de muchas maneras fuera de su Santander natal. Como Santanderino de pro, de los que le encanta presumir e ir a la tierruca, he tenido tiempo de darme cuenta cómo somos y de que cada vez soy menos así. Ya me lo dijo una vez mi querido Alf, «esos son santanderinos porque hablan de Santander sin que les preguntes», y qué razon tenía. Salimos de la región y ya estamos cuan Revilla televisivo con las anchoas, el cocido, el orujo, la quesada, los sobaos y tal y cual restaurante que conocemos y pocos más conocen. Todo eso sin hablar de paisajes y pueblos.
Pero lo más curioso es que cuando nos quedamos en casa y hablamos entre nosotros la actitud cambia totalmente. Ahí ya la ciudad pasa a ser un lugar aburrido, lleno de viejos, sin actividades, carca y otras muchas más lindezas.
Esta reflexión ha venido a cuento tras leer (via el Twitter de Roberto) un artículo del Diario Montañés sobre las prohibiciones de beber en la Plaza de Cañadío. Los pobres vecinos de la zona llevan años y años aguantando estoicamente que la gente salga a la calle a beber sus copas (compradas en un bar o supermercado de la zona) y vociferar. No puedo negar que yo mismo he disfrutado de ese ambiente muchas veces. Es muy agradable los días que hace bueno estar por ahí tomandose algo a la fresca con los amigos sin estar encerrado en un bar chupando el humo de los otros. Pero para los vecinos tiene que ser un suplicio que cada fin de semana, o cada día en verano, la gente se emborrache a la puerta de tu casa, las voces vayan en aumento hasta altas horas de la madrugada, la gente mee en los portales y alguno que otro deje todo lleno de mierda hasta arriba.
Uno se pone a leer los comentarios del artículo y ve que la gente solo piensa en esta vida en su copa del fin de semana. Su vista no va más allá. Sin su Bacardi Cola o sin su Absolut naranja no son personas. Y los razonamientos no tienen precio. Desde el que clama por sus derechos hasta el que dice que en Europa ya nos copian. Lo que hay que oir. Desde que estoy en Francia no hay bar del que salga por la noche en el que el «puerta» no me mande callar por respeto a los vecinos. Mira que soy poco amigo del PP y Cia. pero esta medida del ayuntamiento me parece necesaria porque los derechos de uno acaban cuando empiezan los de otros y esos otros, los vecinos de Cañadio y la zona, han tenido que sufrir lo lindo. A todos esos que se quejan les ponia yo una zona de marcha en la puerta de su casa a ver que me dicen.
Más vale que aprovechen ahora para descubrir los estupendos bares del Carmen o otros no muy lejos de Cañadio en los que se puede estar dentro sin molestar a todo el mundo. Faltaria mas que por los «cacharros» de algunos se siga jodiendo el descanso de otros.
Leed los comentarios. Ya van más de 130. No tienen desperdicio, uno ve cómo son una buena parte de los santanderinos. Vamos, no les toques los bares a la gente. Y victimismos y salvapatrias por doquier.